martes, 31 de julio de 2012

Tres, cuatro, quizás cinco


Tengo en mis manos la forma perfecta
de perder el miedo
de olvidar las penas
de vivir sin freno
mi vida serena.

Serena mi calma
serena muy buena
suena bien si lo digo 
susurrando en tu oreja,
pero sabrás tú
y sabrá la vida
que todo lo que oyes de mí es mentira.

Ya eres grande pequeño
yo no soy a quien amas
mucho menos con quien puedas
dar vueltas sobre la cama.
Olvídalo,
olvídalo,
se feliz no conmigo.

Tengo sueños
tengo miedos
y por sobre todos ellos,
anhelos,
anhelos tan míos
que viven despiertos
donde no queda más nada
que tristes ladronzuelos.

Ladrones de besos
caricias apartadas
miradas furtivas
gemidos y ganas.
¿Y qué ganas con eso?
Todo mi despecho.

Esta mujer no es débil,
esta mujer te llama,
apenas recuerda tu nombre
pero sí que recuerda tu espalda
y la tuya también
y la suya también.

Ellos no tienen rostro,
no tienen voz
ni lágrimas,
sólo unas manos fuertes
y unas venas que resaltan.

Un poco más de lo de siempre.

Cabellos sueltos al mar,
palabras dichas al azar,
átame nuevamente
que igual me siento independiente
de toda esa mierda andante,
esa,
la de tu mirada fulminante.

Suéltame otra vez y adelante.

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